Es digna de recordar -una y mil veces, si es necesario- la historia del gran Don Quijote de La Mancha. Nombrado Caballero por su propia locura, trazó un camino de arrojada valentía utópica hasta el punto de arrojarse en justa y combate con enormes molinos de viento, rivales confundidos por él con monstruosos enemigos, y por más que sus dimensiones fuesen demasiado superiores, no dudó el entrar en batalla, llevando esas convicciones suficientemente arrojadas, y una locura que las acompañara.
Los molinos, en el transcurso de los tiempos, fueron desapareciendo en su utilización para tareas agrícolas propias de la Edad Media. Hoy en día, son utilizados para cuestiones energéticas, pero Don Quijote, no dudaría tampoco en arrojarse con inusitada energía hacia sus mortales enemigos de viento, desoyendo nuevamente las advertencias de su fiel escudero, Sancho Panza. Seguramente el "Ingenioso Hidalgo" debería utilizar todo su ingenio para alcanzar las aspas de los modernos molinos.
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