domingo, 29 de agosto de 2010

Los salones de baile porteños se colman de sentimentales danzarines, que buscan la excelencia en un firulete, o una excelente mina. Pero más allá de los motivos, siempre están los que se destacan. Son leyendas de la milonga, que cautivan la mirada de los más audaces, y la envidia de los más patadura.

Incontables son los casos, como Rogelio “el carpintero” Reyes, que para sacarle viruta al piso, llevaba un cepillo de carpintero. Siempre era echado a patadas de cualquier milonga luego de destruír la pista, pero decía: “Ningún pelandrún puede negar que al piso, yo le saco viruta”.

“Pancho Cannero”, gran exponente que se destacaba en todas las figuras, menos en "el ocho", ya que era muy poco avivado para la matemática, y sabía contar solamente hasta cinco.

“Fulgencio Real” el calesitero de Saavedra, quien con su destreza milonguera, dejaba enamorada a más de una mina de tantas vueltas que daba. Muchos opinan que las minas, confundían el amor, con el fuerte mareo de tanta vuelta frenética.

El tano “Carlitos Canterno”, el guapo de de la sentada. Gran bailarín que durante largas noches, esperaba sentado para sacar alguna pebeta, diciendo “Ya va…ahora va”, pero nunca se decidía, ya que según él, ninguna llegaba a su nivel. Por esto, se duda acerca de su gran habilidad para el baile, y se le reconoce gran habilidad para el chamuyo.

Presentamos aquí el caso de Nicasio, el “pata ancha”, quien atrapaba con maestría, nostálgicos compases bajo sus pies, y también, bajo sus piés, quedaron atrapadas varias minas.

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